Teníamos un lugar que sin ser memorable, si tenia las condiciones para enmarcar una buena velada, sobraba buena comida, había buen trago y tema suficiente para hablar, ahí estábamos los dos otra vez, conociéndonos y reconociéndonos, tu con aire saturado de ternura, voz aterciopelada algo aniñada, figura espingada, sonrisa cálida de par par, los ojos ya no eran negros, mas bien marrones o café, en ellos ese brillo extraño algo nostálgico que solo genera el dolor; me sigue sorprendiendo el contraste: una sonrisa que te llena de vida, una mirada que deja entre ver la grietas en el corazón. Hable poco muy poco, pero escuche atento las historias de la vida que tenia en frente y no conocía: sus amores, sus temores, su familia, sus sueños ( Un sueño bizarro especializarse en Ginecología, área del saber en salud que por cierto aborrezco ) entender sus debilidades y reconocer algunos de sus defectos mientras hilaba palabras para contarme sus historias, algunas a medias, otras impr
Escribiendo bajo el cielo que nos cobija a los dos.